La palabra democracia siempre es polémica, pero más aún cuando intentamos aplicarla a entidades supranacionales u organismos internacionales. Todos los actores reclaman más democracia (entendiendo por ésta participación, accountability, nuevas reglas de representación, etc), pero la democracia en el sentido de procedimiento para la selección de representantes no es tan sencilla de aplicar en un plano supranacional.
El Tratado de Lisboa busca avanzar en la resolución de este problema para la UE y encuentra una solución de compromiso que ha sido aceptada por las partes: ¿Cómo se mide la voluntad de Europa? El Diario El País analiza este tema en un interesante reportaje.
8/1/10
Debilitamiento del softpower de USA
Hoy slaió publicado en El Cronista Comercial un artículo de Gideon Rachman (columnista de FT) titulado "EE.UU. pierde apoyo de grandes democracias". En él, el autor reflexionaba acerca de la falta de coincidencia entre las políticas exteriores de USA y algunas de las nuevas potencias medias emergentes (Brasil, India, Sudáfrica, Turquía) que, por el contrario, están estrechando sus vínculos con gobiernos como China, Irán, Venezuela o Rusia. ¿Qué pasa con las democracias que pese a supuestamente compartir valores no coinciden en sus alineamientos? se pregunta Rachman. Y responde: "la suposición de que las democracias se mantienen unidas naturalmente está resultando infundada". Cita como ejemplos la cumbre de Copenhague y el desarrollo de las negociaciones en este foro, donde varios países priorizaron el hecho de ser "en desarrollo" por sobre el ser "democracias".
Aparentemente, el mundo de las democracias y Occidente ya no estarían coincidiendo en términos culturales, valorativos e identitarios; y esto presenta un desafío para la gobernanza de los problemas globales, y también para la preeminencia de los Estados Unidos. Ya hace unos años, Daniel Drezner se preguntaba acerca de cómo se conformaría el "nuevo, nuevo orden mundial" y qué rol jugarían las potencias emergentes (BRICS, IBSA) en las instituciones a partir de una redistribución del poder. Este nuevo nuevo orden mundial parece estar tomando forma, y el rol de Estados Unidos en él está lejos de estar garantizado.
Aparentemente, el mundo de las democracias y Occidente ya no estarían coincidiendo en términos culturales, valorativos e identitarios; y esto presenta un desafío para la gobernanza de los problemas globales, y también para la preeminencia de los Estados Unidos. Ya hace unos años, Daniel Drezner se preguntaba acerca de cómo se conformaría el "nuevo, nuevo orden mundial" y qué rol jugarían las potencias emergentes (BRICS, IBSA) en las instituciones a partir de una redistribución del poder. Este nuevo nuevo orden mundial parece estar tomando forma, y el rol de Estados Unidos en él está lejos de estar garantizado.
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