6/5/09

FICHA 12: Terrorismo

1. Conceptualizando al terrorismo.

El fenómeno del terrorismo es complejo y suscita debates, tanto desde un enfoque teórico como desde una perspectiva histórica. Una forma de abordarlo es a través de una tipología que distinta las diferentes clases de terrorismo que existieron en la historia, le atribuya a cada una notas características y permita ubicar adecuadamente a los grupos u organizaciones activas en la actualidad. Por otra parte, el terrorismo ha sido caracterizado como una de las principales amenazas a la seguridad de las sociedades modernas. Se trata de una afirmación no exenta de polémicas y que abre el juego para evaluar el impacto de esta amenaza en el mundo globalizado, considerándola desde la perspectiva de diferentes actores (los Estados, la sociedad civil, los medios de comunicación, las organizaciones internacionales, etc).

Con respecto a la definición del concepto “terrorismo”, Zaccara
[1] comenta que “aún hoy no se ha podido consensuar internacionalmente qué tipo de grupos o actividades pueden ser consideradas terroristas y cuáles no”. Por eso, a menudo se alude al terrorismo internacional en términos excesivamente vagos e imprecisos, dificultando la correcta apreciación de su alcance, sus dimensiones, y las tendencias que puede registrar a lo largo del tiempo. Veamos entonces las definiciones que proveen diferentes autores relevantes en el estudio del fenómeno:
- Reinares
[2] concibe al terrorismo desde un punto de vista estratégico-político y afirma que el “terrorismo internacional es, en primer lugar, el que se practica con la deliberada intención de afectar la estructura y distribución del poder en regiones enteras del planeta o incluso a escala misma de la sociedad mundial”. Y con relación al acto terrorista a secas, sostiene que “un acto de violencia es terrorista si el impacto psíoquico que provoca en una sociedad o algún segmento de la misma, en términos de ansiedad y miedo, excede con creces sus consecuencias materiales”.
- Deutch
[3] se centra en cuestiones sociológicas, definiendo al terrorismo como “aquellos actos de violencia cometidos en contra de personas inocentes o no combatientes que intentan alcanzar fines políticos a través del temor y de la intimidación”.
- Cronin
[4] hace hincapié en la dificultad para definir el término y sostiene que “el terrorismo puede definirse como la amenaza o el uso de la violencia al azar contra inocentes con fines políticos por actores no estatales”.

En las tres definiciones precedentes, identificamos algunas notas fundamentales del terrorismo:
- Actores: individuos o grupos no estatales. El Estado puede apañar a grupos terroristas, recurrir a métodos terroristas o practicar lo que se conoce como “terrorismo de Estado”; pero por definición, un Estado no es terrorista.
- Objetivos que persigue: son de diversa índole, pero predominan los de naturaleza política (provocar el cambio de un régimen, alterar los alineamientos políticos, promover la aparición o desaparición de una entidad estatal, eliminar a un grupo étnico o cultural). En la base de estas aspiraciones siempre encontramos una determinada “percepción de justicia”. Promueven reacciones como el temor, la repulsión, la intimidación, incluso un contraataque, o la radicalización. Si bien pueden tener contacto con negocios internacionales ilegales, su objetivo final no es el lucro por el lucro mismo sino obtener fondos para financiar sus actividades o gozar de protección. Cuando realizan ataques contra la población civil, ésta no es su verdadero blanco, sino que indirectamente apuntan a los gobernantes o públicos en los que desean provocar una reacción.
[5]
- Alcance de las operaciones: local, nacional, regional, global.
- Medios utilizados: son aquellos susceptibles de generar temor o intimidación, ya sea armas de destrucción masiva, bombas convencionales, armamento no convencional, etc. El uso de estos medios es imprevisible e indiscriminado, y esto es lo que genera tanta incertidumbre e inseguridad.
- Consecuencias de su accionar: son interdependientes y desencadenan efectos dominó que afectan a la totalidad de los niveles de la estructura política, económica y social de la comunidad internacional. Los efectos intangibles (psíquicos) suelen exceder con creces los tangibles o materiales y están dirigidos a condicionar los comportamientos del gobierno y la sociedad. El terrorismo es, en cierta manera, un método de control social.

2. Terrorismo internacional, transnacional y global.

Frecuentemente estos términos se confunden porque, como expresa Reinares
[6], “no todo terrorismo transnacional es terrorismo internacional, aunque cualquier terrorismo internacional es por definición terrorismo transnacional”.

La configuración específica del terrorismo internacional puede variar notablemente de un periodo de tiempo a otro (hay enormes diferencias entre el terrorismo internacional de la Guerra Fría, auspiciado por gobiernos del ex bloque soviético en los ’70 y ’80, y el terrorismo islamista de Al Qaeda). Todas estas manifestaciones tendrían en común que, independiente del ámbito geográfico o alcance en el que operen, tienen la expectativa de producir consecuencias políticas a nivel regional o internacional, afectando la distribución internacional de poder. Va de suyo que tal ambición requiere la coordinación de fuerzas y recursos ubicados u operando en diferentes jurisdicciones estatales.

En nuestros días, Al Qaeda, sus entidades afiliadas de ámbito local o regional y numerosas células autoconstituidas configuran la trama de un terrorismo internacional extendido por decenas de países, tanto en el mundo musulmán como en las sociedades occidentales. Este tipo de terrorismo es considerado por una amplia mayoría de los gobiernos del mundo como una amenaza común a su seguridad nacional.

Los objetivos panislámicos del actual terrorismo internacional, la extensión de las redes que sustentan los procesos de movilización relacionados con esa violencia, el hecho de que los atentados cometidos por grupos u organizaciones pertenecientes a las mismas se hayan producido en lugares muy diferenets, así como la capacidad que su núcleo fundacional ha demostrado para planear y ejecutar con éxito actos de megaterrorismo permiten que Reinares
[7] afirme que el actual terrorismo internacional es además global.

Entonces, el terrorismo global es un nuevo fenómeno con similitudes con el terrorismo internacional pero caracterizado por: ser horizontal y estatalmente indiferenciado; no contar con un origen geográfico definido; traspasar fronteras (éstas dejan de ser criterios relevantes); poseer un componente religioso islámico; privatizarse (entendiendo que logra funcionar sin depender de Estado alguno).

Por otra parte, el terrorismo transnacional es aquel que atraviesa fronteras estatales, involucrando a más de un país y con frecuencia a individuos de varias nacionalidades. Quienes lo ejecutan mantienen estructuras organizativas o desarrollan actividades violentas en más de un país, incluyendo por lo común territorios sobre los cuales no tienen jurisdicción alguna las autoridades a que dirigen en última instancia sus demandas. En el mundo globalizado, prácticamente no hay organizaciones terroristas que no hayan “transnacionalizado” sus operaciones. Un ejemplo de este tipo de terrorismo sería el que desarrollan ciertas organizaciones radicales palestinas.

Básicamente la diferencia entre terrorismo internacional y transnacional está dada porque el primero se define por sus objetivos mientras que el segundo lo hace por su ámbito geográfico de operación. La mayoría de los incidentes terroristas registrados durante los últimos años –excepto los ataques de Al Qaeda- están relacionados con objetivos políticos que afectan directamente a dos o más jurisdicciones estatales pero no adquieren un alcance propiamente internacional.


3. Otras clasificaciones y denominaciones.

3.1. Terrorismo catastrófico.

John Deutch
[8] sostiene que el terrorismo actual, al combinarse con la posibilidad de acceder a armas de destrucción masiva y explotar la dependencia mundial de una frágil red de distribución de energía e información, tiene el potencial para convertirse en una amenaza catastrófica. La tecnología es más accesible y la sociedad es más vulnerable; a esto se suma el hecho de que las organizaciones terroristas y criminales han creado una infraestructura conectada a nivel global. Otros autores, como Ehud Sprinzack[9], descreen de la probabilidad de esta clase de amenazas, la consideran infundada y optan por seguir alertando sobre las consecuencias de los atentados terroristas tradicionales.

Deutch divide a los actos terroristas en categorías para poder entender su verdadera naturaleza:
- El más peligroso sería el auspiciado por el Estado, como por ejemplo Cuba, Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria, Afganistán (en el caso del terrorismo de orientación islamista encabezado por Osama bin Laden), e Irán (que apoya al terrorismo shií de Hezbollah en el Líbano contra Israel).
- Otra categoría sería el terrorismo llevado a cabo por grupos que intentan derrocar sus propios gobiernos o alcanzar la independencia, como el movimiento separatista Tamil (LTTE) en Sri Lanka, el IRA en Irlanda del Norte, el Grupo Islámico Armado en Argelia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia, el Movimiento Revolucionario Tupac Amarú (MRTA) en Perú. Esta categoría está muy ligada a insurgencias internas de cada Estado.
- Finalmente existiría el terrorismo desarrollado por grupos islamistas que operan mayormente en Medio Oriente, y buscan presentarse como alternativas viables al sistema establecido (lo tildan de corrompido e ineficiente). Algunos ejemplos serían Hamas y la Jihad Islámica Palestina, dedicadas a la desintegración del Estado de Israel y al establecimiento del Estado Islámico Palestino. Esta modalidad constituye una amenaza peligrosa para USA, por su involucramiento en la región alineado a los regímenes de Israel, Egipto y Arabia Saudí.

En la década del ’90 se produjo un resurgimiento de la actividad terrorista dirigida contra USA que, gracias a sus métodos, ha incorporado una nueva dimensión a la vieja amenaza:
- Los terroristas están operando crecientemente en el nivel internacional
- Se han vuelto más extremistas, dispuestos a utilizar armas de destrucción masiva nucleares, químicas y biológicas (las dos últimas son de fácil manufactura y adquisición y tienen horrorosas consecuencias para la población civil).
- El “ciberterror”, el aspecto más novedoso, que amenaza penetrando fácilmente a través de las comunicaciones y de las computadoras de naciones y organizaciones privadas, intentando tomar control sobre ellas.

Deutch sostiene que el terrorismo aterroriza tanto a líderes como a ciudadanos y que controlarlo requiere nuevos mecanismos de cooperación -nacionales e internacionales- entre inteligencia, defensa y las agencias de cumplimiento de la ley (trabajando en forma integrada). La acción efectiva debe ser simultáneamente defensiva y ofensiva, comprometiendo en cierta medida las libertades civiles.

A partir de esto, considera inminente la pérdida de ciertas libertades civiles, que inevitablemente deben acompañar a las medidas necesarias para combatir esta amenaza. Mientras las amenazas terroristas crecen, los Estados necesitan reestablecer el equilibrio entre la protección de las libertades individuales, y su entendible interés en seguir las pistas de lo que sucede entre las comunidades extranjeras residentes que entrañan más riesgo para la sociedad. La vigilancia de las comunicaciones pone a prueba las libertades civiles, pero dado que los avances tecnológicos propios de la globalización facilitaron que los exiliados brinden apoyo a los terroristas, sería justificada en última instancia.

3.2. Terrorismo suicida
[10].

El suicidio como arma terroristas es una táctica altamente eficiente en la relación costo-beneficio. Si bien a simple vista se suele creer que se trata de un fenómeno exclusivamente religioso o islámico, un análisis más profundo nos revela la falsedad de esta concepción La justificación suicida es diversa; el Islam condena el suicidio pero no la muerte en la guerra santa, por eso los los terroristas que se inmolan son considerados mártires en justificaciones expost que las organizaciones terroristas realizan para dar significado al acto, mantener el apoyo de las poblaciones locales y reclutar voluntarios. Por otro lado, muchos de los atentados suicidas son cometidos por grupos de izquierda (Al Fatah) y laicos (TTLE).

Ehud Sprinzak, en su artículo “Rational Fanatics”, expresa que el terrorismo suicida continua ganando “adeptos”, veinte o treinga años después de su aparición. No es un mero producto del fervor religioso, ya que no puede trazarse un perfil psicológico o demográfico de estos terroristas. Distintos factores pueden hacer que algunos individuos con cierto potencial deseen sacrificarse por una causa. Los adoctrinadores de estos potenciales mártires se valen de las creencias religiosas y utilizan la fe en el paraíso para fortalecer y solidificar las motivaciones hacia el sacrificio. Refuerzan también otras poderosas tendencias favorables al martirio, incluyendo el patriotismo, el odio al enemigo y el sentimiento de victima.

Sprinzak reproduce las declaraciones del Dr. Ramadan Shalah, Secretario General de la Jihad Islámica Palestina, resumiendo la escalofriante lógica de esta táctica terrorista: "Nuestro enemigo posee las armas más sofisticadas en el mundo y su ejército está altamente entrenado (…) No tenemos nada más que el martirio como arma contra esto. Es fácil y nos cuesta solo nuestras vidas (...) las bombas humanas no pueden ser derrotadas, ni siquiera con bombas nucleares".

Este terrorismo no puede combatirse a nivel individual, ya que el terrorista que se inmola es el último eslabón de una cadena organizada que involucra numerosos actores e implica actividades racionales como:
- Elección del blanco
- Inteligencia
- Reclutamiento
- Entrenamiento físico y espiritual
- Preparación de los explosivos
- Transporte del ejecutor al área del objetivo.

Estas misiones involucran a docenas de terroristas y colaboradores que no son suicidas, pero sin los cuales la operación no podría llevarse a cabo.

El autor distingue 3 niveles de institucionalización diferente de estas tácticas suicidas, de carácter temporal y condicional:
- Terrorismo "Pre-suicida": las operaciones suicidas de Hamas y la Jihad Islámica Palestina en Israel durante 1990 fueron precedidas por una ola de terroristas que no planeaban ruta de escape alguna y morían en el acto. Eran espontáneas y no involucraban a ninguna organización, pero expresaban un estado de ánimo colectivo entre los jóvenes palestinos contra Israel, creando una atmósfera para la institucionalización de este tipo de terrorismo en la siguiente década.
- Muchos grupos terroristas recurren a estas tácticas en circunstancias excepcionales: los bombardeos de las embajadas norteamericanas en Kenya y Tanzania (Al Qaeda) y similares ataques irregulares perpetrados por el Grupo Islámico Egipcio, la Jihad Islámica Egipcia, el Partido Islámico Dawa en Kuwait, el Grupo Islámico Armado en Argelia, entre otros.
- También hay grupos que formalmente adoptan al terrorismo suicida como estrategia temporal, obteniendo sus líderes legitimidad ideológica y teológica para su uso, entrenando voluntarios, enviándolos luego a un blanco específico. Ejemplos serían las operaciones de Hezbollah contra la invasión israelí en Líbano (mediados de los ’80); atentados de Hamas (1994-1996) para detener el proceso de paz; los rebeldes vhechenos contra el ejército ruso; la formación de las unidades suicidas dentro del movimiento separatista Tami (asesinaron a cientos de civiles e incluso autoridades políticas como el Primer Ministro de India Rajiv Gandhi en 1991 y el Presidente de Sri Lanka Ranasinghe Premadasa en 1993).

En los caso de Hezbollah y Hamas no se formaron unidades suicidas permanentes, sino que los los voluntarios fueron entrenados ad hoc.

Los especialistas argumentan que la táctica suicida ofrece importantes “ventajas” en relación al terrorismo "convencional":
- Son operaciones simples y de bajo costo (no requieren rutas de escape o de rescate).
- Garantizan numerosas bajas y grandes daños (los perpetradores pueden elegir el momento exacto, el lugar y las circunstancias ataque); y no existe la posibilidad de la interrogación posterior.
- Poseen un inmenso impacto en la opinión pública y en los medios.

Estas tácticas ponen en jaque a los expertos, puesto este nuevo terrorismo desafía la misma vida de los perpetradores, apareciendo como un fenómeno novedoso, casi sobrenatural, que aparentemente anularía la disuasión y la negociación. No obstante, Sprinzak destaca el elemento racional de las organizaciones que lo promueven y propone acciones políticas para trabajar sobre estas organizaciones y las comunidades en las cuales se realiza el reclutamiento. Neumann destaca la importancia de distinguir, entre organizaciones terroristas y dentro de las mismas, quiénes serían los actores nihilistas o con aspiraciones absolutas y quiénes los tradicionales con aspiraciones instrumentales o políticas, para dirigir la negociación hacia estos últimos. Otro elemento a tener en cuenta es la disposición de la organización terrorista a usar la violencia (¿cuándo comenzaron? ¿estarían dispuestos a dejarla a cambio de alguna ganancia política? ¿qué tipo de violencia toleran?).

3.3. Terrorismo complejo
[11].

Thomas Homer-Dixon considera que, después de los ataques del 9/11, las sociedades occidentales modernas y avanzadas se convirtieron en amplios blancos para los terroristas, a la luz de dos tendencias:
- El crecimiento de la capacidad tecnológica-destructiva de pequeños grupos e individuos que atentan contra elementos e individuos de la sociedad civil.
- La creciente vulnerabilidad de nuestras economías y sistemas tecnológicos ante ataques cuidadosamente dirigidos. Esta vulnerabilidad es producto del desarrollo social y tecnológico: la creciente complejidad e interconexión de las sociedades modernas y la creciente concentración geográfica de salud, capital humano, conocimiento y redes de comunicación.

Ambas tendencias juntas, facilitan una forma nueva y siniestra de violencia masiva: el terrorismo complejo. Las sociedades occidentales desarrolladas, al depender de complejas redes y concentrar posesiones vitales en pequeñas locaciones geográficas, permiten a los terroristas aumentar el potencial destructivo de sus ataques, así como el daño psicológico y financiero que pueden infligir. La concentración y las redes permiten ganancias a las sociedades en términos de eficiencia y sinergia, constituyendo una importante fuente de riqueza. Pero a la vez, transforman a las principales metrópolis en blancos atractivos para los terroristas, que adquieren la capacidad de causar enormes daños en un solo golpe. Este tipo de terrorismo actúa como las artes marciales, ya que redirecciona las energías de nuestras complejas sociedades en nuestra contra.

Este aumento en la capacidad destructiva terrorista responde a 3 avances tecnológicos: armas más poderosas, el dramático progreso en las comunicaciones y la información, y mayores oportunidades a la hora de desviar las tecnologías sin fines bélicos hacia fines destructivos. Mientras los progresos tecnológicos hacen que matar sea cada vez más sencillo, las sociedades se encierran cada vez más en ciclos de perpetuos ataques y contraataques que vuelven imposible cualquier trayectoria de desarrollo político y económico. A la vez, las nuevas tecnologías en las telecomunicaciones permiten que estos grupos violentos accedan y dominen cada vez más recursos, coordinando sus actividades alrededor del planeta, y mejorando el poder y alcance de viejos procedimientos. Las organizaciones terroristas utilizan Internet para acceder a información crítica, encriptar sus mensajes, compartir información sobre armas y la negociación de las mismas, realizar transferencias de fondos a través de las fronteras, y planear cuidadosamente sus ataques.

Estos medios fueron utilizados por los terroristas del World Trade Center, quienes accedieron con detalle a sus planos y diseños característicos, informándose luego como los expertos en demoliciones destruyen enormes edificios. El 9/11, una compleja construcción que tardó siete años en erigirse colapsó en noventa minutos, arrasando con 10 M de pies cuadrados que habían costado más de U$D 30 M. Irónicamente, incluso una oficina secreta de la CIA fue destruida en el ataque, trastornando operaciones de inteligencia. A pesar del horrible daño causado en la infraestructura de esta área de la ciudad de Nueva York, el ataque no causó fallas catastróficas en las redes financieras, económicas y de comunicaciones de EE.UU. Resultó que el World Trade Center no era un nodo crítico, al menos como la población mundial y los terroristas pensaron.

Al ver los hechos en perspectiva, debemos reconocer el efecto nocivo de este ataque sobre las redes psicológicas de nuestras sociedades. Al minuto del primer ataque, su cobertura televisiva recorría el mundo. Las personas permanecieron frente a sus televisores durante horas, viendo y reviendo los horrorosos acontecimientos mientras intentaban comunicarse con amigos y familiares, enviaban millones de e-mails y trastornaban el funcionamiento de Internet durante bastantes días. El mayor impacto de estos ataques no fue el trastorno financiero, económico, de las comunicaciones o del transporte, sino que fue psicológico: afectó directamente la psicología colectiva y la subjetividad de los sentimientos de seguridad del mundo entero, acarreando impensables consecuencias.

Por lo expuesto, Homer-Dixon argumenta a favor de adoptar medidas que reaseguren a la sociedad civil, ya que el terrorismo se disputa también en el ámbito psicológico: “el terrorismo complejo es muy efectivo si su objetivo no es una estrategia específica o un fin político, sino simplemente la creación de temor, pánico y trastornos económicos generalizados. Este objetivo más general concede a los terroristas mucha más libertad a la hora de elegir los blancos”.


4. El terrorismo internacional en perspectiva histórica.

El terrorismo es tan antiguo como la historia humana, encontrándose vestigios de estas prácticas en las actividades de las sectas judías (sicarios y zealots) del s. I d.c. o los “asesinos musulmanes”. Desde los inicios del sistema Westfaliano, el terrorismo moderno ha sido una reacción frente al poder hegemónico o preponderante de determinados Estados o coaliciones.
[12] De acuerdo con diversos autores, pueden identificarse etapas en el desarrollo del fenómeno terrorista:
- De la Revolución Francesa a la caída de la Rusia Zarista: el propósito del terror es forzar la apertura del régimen monárquico o imperial y producir el cambio político. Esta vertiente de terrorismo aún continúa activa en la actualidad en ubicaciones tan diversas como la ex Yugoslavia, Cachemira, Chechenia y Xinxiang.
- Los movimientos de liberación nacional asociados a la descolonización que aspiran a fundar Estados independientes y que comienzan en la primera posguerra. Esta clase de terrorismo no siempre fue condenado por la comunidad internacional, sino que en ocasiones fue justificado con base en el derecho de autodeterminación de los pueblos.
- El terrorismo anti-hegemónico propiciado por la URSS contra USA durante la Guerra Fría. Algunos sostienen que éste es el verdadero origen del terrorismo internacional. Las facciones terroristas auspiciadas por la URSS actuaban en Europa, África y América Latina. En paralelo, se da un solapamiento con un terrorismo de origen diferente que se desarrolla en los países musulmanes: Argelia, Irán, Irak o Siria, y Libia e Israel.
- Con el fin de la Guerra Fría, la mayoría de los actos terroristas pasaron de ser intra-civilización a inter-civilización y los principales roces se dieron entre las civilizaciones occidental e islámica en torno al eje de globalización-americanización. Autores como Rapoport y Reinares identifican un fuerte componente religioso (que reemplazaría al anterior impulso nacionalista o izquierdista) en esta cuarta oleada terrorista, mientras que otros como Cronin lo asocian más a reacciones anti-globalización. Este terrorismo de inspiración religiosa sería especialmente peligroso porque ve al mundo en términos maniqueos, deshumaniza al enemigo, no tiene nada que perder o ganar por lo cual sus acciones son impredecibles e ilimitadas (no se preocupa por negociar), no le preocupan las reglas del sistema porque quieren reemplazar al sistema. La percepción de la justificación moral de su misión vuelve a la violencia algo legítimo, necesario y sin límites.
[13] El terrorismo internacional adopta en nuestros días una orientación islamista, siendo esto un rasgo propio de la uarta oleada del terrorismo insurgente moderno, si bien desde hace más de 10 años cabe referirse a un nuevo terrorismo islamista para distinguirlo de otras versiones precedentes practicadas por fundamentalistas musulmanes afines al shiísmo y patrocinados por las autoridades teocráticas iraníes o agencias oficiales sirias.[14]

En las últimas décadas asistimos a un incremento general del nivel de violencia –real y mediática- que las sociedades han llegado a tolerar. Esta creciente violencia política está asociada a una violencia social paralela. Los frenos consuetudinarios a la conducta y las reglas establecidas se están descomponiendo, tanto en sociedades occidentales avanzadas como en países en desarrollo.
[15]

Analicemos en detalle el caso de Al Qaeda (la Base). La organización nace entre las décadas del ’70 y ’80 con la unión de varios grupos que buscan expulsar a los soviéticos de Afganistán. Se consolidó durante la primera mitad de los noventa en Sudán, antes de asentarse nuevamente en el Afganistán de los talibanes. Osama Bin Laden es su mentor. En febrero de 1998 auspició la constitución del llamado “Frente Mundial para la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados”, que prefigura la urdimbre del terrorismo internacional –multinacional y multiétnico- en torno al cambio de siglo.
[16]

El movimiento se inscribe dentro de una corriente de pensamiento político religiosa, el neosalafismo
[17], que plantea una única interpretación del Islam y la unificación del mundo islámico en un nuevo califato con connotaciones globales. Prescindiendo de las dimensiones de la lógica estatal, opera tácticamente en varios países a la vez, identificando a los cruzados como enemigos y sin una agenda social. Entienden el concepto de jihad (“guerra santa”) en su acepción más belicosa, defensiva al igual que ofensiva.

Su cometido principal consiste en destruir a USA por medio de guerras sangrientas que conducirán a destruir a los “enemigos cercanos” (Israel, los shiítas y los regímenes “corruptos” de Egipto, Pakistán y Arabia Saudita). Se le estima un presupuesto anual de unos U$D 50 M, en gran parte aportados por Bin Laden, así como también de múltiples donaciones recibidas de las diásporas en los Estados de Arabia Saudita, Afganistán, Pakistán o Emiratos Árabes Unidos.

Su organización se estructura en torno a 5 comités (militar, económico, comunicaciones, estudios islamistas y publicidad) y numerosas células (entre 4 y 15 miembros con gran autonomía y especialización, entrenadas en países musulmanes). Todas ellas se mantienen en contacto y coordinan la formación de miles de seguidores. Sólo en Occidente se estima que cuentan con cerca de 3000 miembros que los asisten para movilizar sus recursos. Su estructura descentralizada le permite sobrevivir a la pérdida de integrantes clave (Abu Musab al Zarqui en Irak y miembros de diversas operaciones fallidas).

Su poder se apoya en un desarrollado aparato mediático y propagandístico, que transmite su influencia valiéndose de la cobertura de la red de TV Al Jazeera y de los sitios de la web jihadi de todo el mundo. A través de estos medios, difunden su ideología y buscan movilizar futuros reclutas suicidas a lo largo y a lo ancho del mundo islámico. El poder mediático les permitió expandir su influencia hacia Medio Oriente y Europa, ganando credibilidad en la subcultura jihadi global. El paso hacia occidente estuvo facilitado por el énclave en Pakistán, vinculado con Gran Bretaña a través de la diáspora pakistaní (viajes, comunicaciones, remesas, vínculos familiares). También ha tenido un fuerte arraigo en Estados débiles o fallidos, como Líbano, Gaza, Yemen, Somalia y Argelia, convertidos en bases operativas de la organización.

Entre los incidentes más conocidos se le atribuyen los atentados de agosto de 1998 en Nairobi (Kenya) y Dar es Salaam (Tanzania), de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, de octubre de 2002 en Bali, de mayo de 2003 en Casablanca y RIAD, de marzo de 2004 en Madrid y numerosos atentados en Argelia (en parte, uno de los motivos que llevó a mudar el Rally Paris-Dakar a Sudamérica)
[18]. Este record de atentados sustenta la afirmación de que, desde los ‘90, el terrorismo internacional se ha expandido más allá de Occidente, principal blanco histórico, afectando a blancos de otros ámbitos civilizatorios y poblaciones locales en países del mundo árabe e islámico.

Lo que convierte en auténticamente internacional al terrorismo practicado por Al Qaeda son los objetivos últimos que persigue: movilizar a la “nación musulmana” en pos de la unificación política del Islam (“la restauración de un califato que se extienda desde el extremo occidental de la cuenca mediterránea hasta los confines del sudeste asiático y facilite que su credo religioso domine sobre la tierra”).
[19]


5. Panorama actual.

A 8 años de los atentados del 9/11, son muchos los interrogantes que se pueden formular acerca de cuán efectiva ha sido la denominada Guerra contra el Terrorismo Internacional, que planteó como epicentro para su eventual accionar la zona de Medio Oriente.

Para Paredes Rodríguez
[20] “la lucha contra el terrorismo internacional (...) ha inaugurado el descenso a la cultura hobbesiana en lo ateniente a las percepciones sobre quiénes son los enemigos, los cuales varían desde la organización neosalafista Al Qaeda -con accionar a nivel global- a regímenes considerados hostiles en la región, como el Talibán que le daba refugio en Afganistán, el régimen Baasista de Saddam Hussein en Irak (...), el otrora gobierno de los Ayatollas de Teherán e integrante del “eje del mal” (...) y a grupos de base nacional como el Hezbollah operando en el Líbano entre otros”.

Ante este escenario, se generan dos polos. Por un lado los grupos terroristas que ven a USA como el principal enemigo y una amenaza latente a sus propios intereses, por ser la única potencia de carácter mundial representante de la cultura occidental y con fuerte presencia en la región. Por el otro, Occidente, encabezado por USA, embarcado en una guerra sin límites. Bajo esta lógica de “aniquilar al enemigo”, percepción que paradójicamente comparten ambas partes, el mundo se ha vuelto más inseguro.

La estrategia norteamericana hacia Medio Oriente, hasta finales del segundo mandato de George W. Bush, consistió en el cambio de régimen para promover la democratización de la región y evitar que los regímenes hostiles continúen aliándose con el terrorismo internacional, dadas las condiciones propicias y negativas que anidan (obtención de ADM, grupos de criminales organizados, etc).

Pero, como señala Riedel, esta estrategia no resultó ser la más efectiva. Al precipitarse sobre Irak sin finalizar la búsqueda de Osama bin Laden y sus principales lugartenientes, Washington propició la dispersión territorial de sus enemigos y el fortalecimiento de sus bases sociales. En la actualidad, Al Qaeda se expande hacia Medio Oriente, el Magreb y África Subsahariana. La organización es más difusa, sus componentes operan con mayor independencia
[21], se ha extendido numéricamente y ganó influencia sobre grupos terroristas independientes de base nacional (como el GSPC en Argelia) que consideran el caso de Irak como causa célebre para la Jihad. En vistas de estos elementos, varios autores coinciden con Riedel en que, más allá de las acciones militares, la lucha contra el terrorismo exige medidas políticas, sociales y económicas de largo plazo que alteren las condiciones locales y debiliten los vínculos entre la sociedad civil y los fundamentalistas.

Dos casos evidencian que democracia y estabilidad pueden no ir de la mano:
- La Guerra de Irak se convirtió desde 2003 en una insurgencia descentralizada de bajo nivel con varios actores subnacionales luchando entre sí, con visos de una guerra civil confesional (shiítas vs sunitas) no declarada formalmente, a la cual se agregan las operaciones de células de Al Qaeda. En opinión de Paredes Rodríguez, la represión ejercida por el régimen de Saddam Hussein en Irak mantenía los elementos disidentes a raya, controlando la crisis y manteniendo una clara separación de la esfera religiosa y pública (régimen socialista, nacionalista y laico).
- En Afganistán, donde los Talibanes no sólo continúan operando en el sur (frontera con Pakistán) sino que han perfeccionado su accionar terrorista gracias al entrenamiento recibido en los campos iraquíes y los explosivos suministrados por Al Qaeda.

Estos casos resaltan otros riesgos: en ambos países “el enemigo” se encuentra fronteras adentro y genera cada vez más víctimas civiles y en las tropas de ocupación. Agravando el panorama, los efectos del caos reinante (crimen, tráfico de armas, y todo tipo de ilícitos) amenazan con convertir a ambos Estados en fallidos.

Otro hecho importante acerca de la estrategia de la democratización es que puede no llevar al poder a gobiernos afines a Occidente. Éste es el caso de la ANP o del Líbano, donde los gobiernos electos incluían agrupaciones filo-terroristas (Hamas en un caso y Hezbollah
[22] en el otro).

A pesar de las dificultades agregadas en el transcurso de estos años, la lucha contra el terrorismo internacional es aún posible. Deutch considera que la comunidad internacional tiene potencial para abordar efectivamente la amenaza de manera conjunta. Sin embargo, deben limarse las asperezas entre los distintos Estados, intentando llegar a un acuerdo en las políticas y medidas para lidiar con los terroristas.

La cooperación internacional sostenida y disciplinada entre las agencias de inteligencia, de fortalecimiento de las leyes e instituciones, resulta fundamental. Se ha logrado gran cohesión en la cooperación de los servicios de inteligencia de suministro e intercambio de información de diferentes Estados, y el trabajo de la ONU en el tratamiento multilateral de las cuestiones vinculadas al terrorismo internacional, delitos conexos y el desarrollo de medios para combatirlo (por ejemplo, todas las medidas adoptadas en materia de lavado de dinero).

También se reconocen algunos avances como la remoción del régimen Talibán en noviembre de 2001 en Afganistán, la captura y muerte de varias de las autoridades de Al Qaeda
[23], la dispersión de la organización, y la imposibilidad de derrocar los gobiernos de Egipto, Jordania y Arabia Saudita - principales Estados “aliados” de USA en la región-.

Algunos elementos críticos en debate son:
- El incremento del compromiso internacional para la reconstrucción económica y social de Afganistán e Irak, como paso imprescindible para aspirar a una paz duradera.
- La naturaleza del compromiso o involucramiento militar para mantener mientras tanto la seguridad y tratar de sofocar los alzamientos internos (a cargo de USA, de una OMP de ONU, de la OTAN, o de otras fuerzas?).
- La postura a adoptar frente al gobierno de Pakistán, en relación a su colaboración o tolerancia para con los miembros de organizacioens terroristas.
- La metodología y el cronograma para el retiro de tropas de la región, sin provocar con ello un vacío de poder.

Por último, es esencial el desarrollo de nuevas ideas para lidiar con el terrorismo. Como expresa Tony Blair “la situación que afrontamos es en efecto la guerra, pero de un tipo completamente no convencional. No ganaremos la batalla contra el extremismo global a menos que la ganemos en el nivel de los valores tanto como en el de la fuerza. Podemos ganar sólo mostrando que nuestros valores son más fuertes, mejores y más justos que la alternativa. Ello también significa mostrar al mundo que somos imparciales y justos en nuestra aplicación de esos valores”.


6. Reflexiones finales.

El mundo se enfrenta a nuevas circunstancias para las que las medidas pasadas resultan inadecuadas. La ventaja en esta guerra se trasladó hacia los terroristas. Nuestras crecientes vulnerabilidades nos hacen sentir aversión hacia estos riesgos, mientras ellos se vuelven más poderosos.

Como señala Cronin, las causas fundamentales del terrorismo actual se sitúan bajo el paraguas del movimiento antiglobalización. Es producto de los cambios históricos en la distribución internacional del poder en todas sus formas: político, económico, militar, ideológico y cultural. Si la globalización continúa, sus herramientas (normas internacionales, el poder de la ley, y el poder económico internacional) tendrán que estar preparadas para los continuos golpes y contragolpes terroristas.

Resulta muy difícil delimitar el impacto del fenómeno terrorista. Principalmente, incide sobre la percepción que del mismo tienen los medios de comunicación, la opinión pública, el ámbito académico, y las elites políticas. Incluso puede afectar a la toma de decisiones relacionadas con medidas gubernamentales específicas que se acomoden a la naturaleza y el alcance de esa violencia, al igual que al entendimiento ampliamente compartido en que ha de sustentarse una efectiva cooperación intergubernamental contra los riesgos y amenazas inherentes a la misma.

La lucha contra actores como el terrorismo internacional, la proliferación de armas no convencionales, el deterioro del medio ambiente (y su impacto económico y demográfico), evidencian la necesidad de cooperación y coordinación entre los Estados y un fortalecimiento y readaptación de las instituciones y regímenes internacionales.

Para aislar a los grupos jihadistas, USA debe considerar un enfoque multilateral que asigne un rol a Europa, Rusia, China, India y todos los gobiernos no musulmanes, junto con muchos musulmanes moderados (Indonesia, Malasia, los estados del Golfo Pérsico, Egipto y Jordania) cuyo apoyo resulta fundamental para que la coalición multilateral prevalezca sobre el terrorismo.

A largo plazo, la estrategia debe focalizarse en capturar a los líderes (inspiradores ideológicos, autoridades morales y directores de la Jihad global) y descalificar su ideología (símbolo de resistencia), alterarando las condiciones locales que facilitan su permanencia y crecimiento. Evitar la financiación del terror y el suministro de armas y materias primas también es clave. Por otra parte, la cooperación internacional debe procurar la resolución de aquellos conflictos regionales que sirven como pretexto a los islamistas violentos.

Lo anterior debe llevarse a cabo cuidando de no afectar las libertades individuales y garantías de los ciudadanos en el afán de reforzar el sistema de seguridad de cada Estado y en conjunto, de la comunidad internacional. Debe formularse un nuevo equilibrio entre las libertades civiles y las medidas de seguridad, de forma tal que éstas sean eficaces y a la vez mínimamente invasivas.

Si bien el fortalecimiento de la democracia en el exterior es un factor a considerar, debe tenerse presente que la democracia no se exporta ni se implanta desde afuera. Sí pueden alimentarse y apoyarse las tendencias endógenas propicias a la democracia, mientras que USA debe replantear su coherencia en la región (revisar las relaciones con los regímenes autoritarios con los que está aliado).

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[1] ZACCARA, Luciano (2007) “Hezbollah ¿terror o política?” en Revista Ágora Internacional, Año I, N° 1. Asociación para las Naciones Unidas en la República Argentina (ANU-AR). Buenos Aires. Página 29.
[2] REINARES, Fernando (2005) “Conceptualizando el terrorismo internacional” en Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, Madrid. Julio 2005.
[3] DEUTCH, John (1997) “Terrorism: Think Again” en Foreign Policy Magazine. Fall 1997. John Deutch es profesor en el Instituto Tecnológico de Massachussets, director de la central de inteligencia y subsecretario de Defensa, y miembro de la editorial de la Foreign Policy Magazine.
[4] CRONIN, Audrey Kurth (2004) “Transnational Terrorism and Security”. Cap. 13 en BROWN, Michael ed. (2005) Grave New World. Georgetown University Press. Washington D.C.
[5] CRONIN, Audrey Kurth (2005) Op. Cit.
[6] REINARES, Fernando (2005) Op. Cit.
[7] REINARES, Fernando (2003) “Terrorismo global”. Madrid: Taurus, 2003. Disponible en: http://www.aloj.us.es/vmanzano/pdf/resumen/reinares.pdf de la Universidad de Sevilla.
[8] DEUTCH, John (1997) Op. Cit. También en CARTER, Ashton, DEUTCH, John y ZELIKOW, Philip (1998) “Catastrophic Terrorism: tackling the new danger” en Foreign Affairs Nov/Dec, Vol 77, Nº 6.
[9] SPRINZAK, Ehud (1998) “The Great Superterrorism Scare” en Foreign Policy, Fall, pp 110-124. También en (2001) “Revisiting the Superterrorism Debate” en Foreign Policy.
[10] REINARES, Fernando (2003) Op. Cit. SPRINZAK, Ehud (2000) “Rational Fanatics” en Foreign Policy, Sep/Oct. NEUMANN, Peter (2007) “Negociar con terroristas” en Foreign Affairs en español, Abr-Jun.
[11] HOMER-DIXON, Thomas (2002) “The Rise of Complex Terrorism” en Foreign Policy. January/February 2002.
[12] CRONIN, Audrey Kurth (2004) “Transnational Terrorism and Security”. Cap. 13 en BROWN, Michael ed. (2005) Grave New World. Georgetown University Press. Washington D.C.
[13] Ibíd. También ver HOBSBAWM, Eric (2007) “Guerra y Paz en el siglo XXI”. Barcelona: Memoria Crítica. Cap. 8.
[14] REINARES, Fernando (2005) Op. Cit.
[15] HOBSBAWM (2007) Op. Cit.
[16] REINARES (2003) Op. Cit. RIEDEL, Bruce (2007) “Al Qaeda Strikes Back” en Foreign Affairs. May/June 2007
[17] El neosalafismo es un un salafismo extremista y violento basado en una lectura rigorista e intemporal del Corán y los Hadices, siendo sus adeptos socializados en el odio hacia los considerados “infieles”. Esta corriente surgió en
el Imperio Otomano hacia fines de 1880. Promovió el renacimiento del islam, entendido como una reforma inspirada en los valores originales, que permitía integrar la modernidad con la identidad cultural y religiosa.
[18] CDI (2007) In The Spotlight: Organization of Al Qaida in the Islamic Mahgreb.
[19] REINARES, Fernando (2005) Op. Cit.
[20] PAREDES RODRÍGUEZ, Rubén (2007) “La guerra contra el Terrorismo Internacional: descenso a la cultura hobbesiana en las movedizas arenas de Oriente Medio” en Revista Ágora Internacional, Año I, N° 1. Asociación para las Naciones Unidas en la República Argentina (ANU-AR). Buenos Aires.
[21] STERN, Jessica (2003) “The Protean Enemy” en Foreign Affairs July/August.
[22] Se trata de una organización libanesa, que data de los años ’80, conformada por grupos radicales shiitas, opuestos a Occidente e Israel, y con la misión de crear un Estado Musulmán Fundamentalista a imagen de Irán.
[23] Por ejemplo, Abu Musab al-Zarqawi que fue ultimado en un ataque aéreo en Bagdad en 2006. Una intensa labor de inteligencia (USA y Jordania) previa había conseguido los detalles de su ubicación. Zarqawi era el nexo entre Al Qaeda y el régimen de Saddam Hussein y se lo considera responsable por los ataques suicidas de Madrid (2004) y Amman (2005). HUDSON TESLIK, Lee (2006) “Profile: Abu Musab al-Zarqawi” en CFR Backgrounders.

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